He elegido este artículo ya que al leer el título me ha
parecido un tema interesante y que hasta el momento no me lo había planteado.
Al comienzo, la autora expone sus ideas en una introducción sobre la situación
en la que se ha encontrado la literatura infantil, y para abrir la veda lanza
dos preguntas: ¿Es lícito que yo imponga mi opinión? ¿Bajo qué conceptos estoy
proponiendo lecturas?
Desde siempre la literatura infantil ha estado reprimida y
manipulada, sin formar parte de lo que se puede llamar literatura con
mayúsculas pero, sin embargo, se ha convertido en una industria y es necesario
seleccionar y hacer crítica entre tantos títulos que se publican. Los métodos
de selección más comunes van desde criterios económicos, morales o pedagógicos,
además de que dichos títulos son escritos y recomendados por adultos, aunque
cuyos receptores son los niños. Pero este no es el problema, la cuestión es que
la crítica no cuenta con un espacio propio, no hay personas responsables de
esta tarea que se dediquen solamente a ello y estén especializados como ocurre
con la literatura, y la tarea recae en personas cercanas a los niños como
psicólogos, pedagogos o maestros. No digo que esto no deba ser así, cualquier
profesional relacionado con el ámbito infantil debería tener criterio para
seleccionar lecturas, pero hay un vacío de espacios de opinión y crítica. Por ello, en el artículo se proponen diversos elementos para analizar libros infantiles.
Cuando dichos espacios empiecen a funcionar mayor será el
abanico de posibilidades a las que podamos acceder, puesto que a día de hoy por
lo comentado anteriormente se prefiere hablar de un buen libro que a criticar
uno malo, y tendríamos más opiniones fundamentadas que comparar. Como
conclusión queda decir que se deben reclamar estos espacios, crearlos y
difundirlos para que sean herramientas útiles para los adultos y por lo tanto
para los propios niños.
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